El pasado Domingo día 8 Alfredo
nos preparó un viajecito por Ávila, por la localidad de el Barraco, en plena
Cordillera de Gredos. La zona ya la conocíamos, pues no en vano ya era la
segunda vez que realizábamos esta Marcha pero esta vez éramos más los que nos
habíamos dado el madrugón para salir desde Polan temprano y poder llegar a la
hora de la salida con el tiempo suficiente como para poder tomar el café de
rigor.
Alejandro, José, Oscar, Carol,
Elena, Alfredo y yo (Antonio) nos dimos el madrugón ese día para disputar la
prueba y poder pasear por la zona los que no iban a montar en bici (Carol y
Elena) pues también este paraje ofrece multitud de senderos y caminos para
poder pasear por ellos.
Nos reunimos cerca de 300
personas a la hora de tomar la salida y como siempre, aunque se avisa de que es
una marcha controlada, al ser una prueba que circula casi en su totalidad por
senderos muy técnicos, los más preparados están muy nerviosos para poder ocupar
las primeras posiciones para poder llevar su propio ritmo, aunque a la larga
les va a dar igual, pues es una prueba con competitiva y van a ganar lo mismo
que los últimos, eso sí, como siempre digo, el botellín del último siempre está
más frío que el del primero, pues ha pasado más tiempo en la cámara
frigorífica…., en fin, bromas aparte.
Al poco tiempo de estar dando
pedales a Oscar se le rompe el sillín y no pudiéndolo arreglar en el momento y
para no parecer la “monja del sketch de martes y trece” decide abandonar y
continuar viendo la carrera con Carol y con Elena desde el punto más alto de la
prueba, pues aún nos faltaba a nosotros más de 20 km para disputar este
segundo tramo.
Alfredo y Alejandro mientras van
por la parte de delante, no en vano, continúan haciendo sus kilómetros en A + B
(BTT + Carretera) con lo que su forma física a la hora de darle a las bielas es
envidiable.
José y yo vamos a nuestro ritmo,
disfrutando dentro de lo que podemos de la ruta y haciendo todas las fotos que
podemos y que nos permite el recorrido, pues aunque hicimos bastantes, incluso
en marcha, no era un terreno fácil donde soltar la mano del manillar y apuntar
con la cámara para que te saliesen bien las fotos.
La primera parte de la ruta hasta
llegar al avituallamiento era de unos 20km, pero después de coger fuerzas y
recuperar líquidos, nos esperaba la segunda parte de la prueba, donde el plato
mediano sobraba en la mayor parte del recorrido.
Tras dar una pequeña vuelta por
el pueblo un cartel en el suelo nos da “ANIMOS” y para arriba, desde cualquier
punto del recorrido “la cuesta” era visible. A José le habíamos engañado
diciendo que era como subir la
Sierra de Noez, lo que no le habíamos dicho que la tenía que
subir cuatro o cinco veces seguidas para compararla.
Se hacía el silencio mientras
subíamos y aunque intentaba darle ánimos diciéndole que mirase el paisaje, sólo
conseguí que se acordarse de familiares míos directos e indirectos.
La gente se apostaba en las
sombras y en los puntos más duros del recorrido para darnos ánimos. Un hombre
nos dijo que no si ya no habíamos cambiado de piñón que no lo hiciéramos, que
ahora venía un tramo con hormigón y era el tramo con mayor pendiente, pero yo
miré mi desarrollo y le dije que como no le pidiese la bicicleta al afilador,
ya no me quedaban piñones para desarrollar.
Allí nos encontramos a Oscar, que había subido hasta ese punto sin
sillín para darnos ánimos, tirando todo el tiempo de brazos y también al poco
tiempo nos encontramos a Carol y a Elena.
Superado este fuerte tramo, sólo
nos quedaba un pequeño repecho hasta el segundo avituallamiento, en lo alto del
puerto, donde el zumito fresquito y las bonitas vistas nos esperaban.
Tras tomar un poco de aliento,
nos abrochamos bien las cremalleras y nos disponemos a descender, pues si
fuerte era el ascenso, no menos fuerte era el descenso. Los primero tramos
tenían una inclinación muy fuerte, sólo me acordaba de lo que estaría
disfrutando Alfredo con estos saltos, botes, rebotes, derrapes…….., vamos como
un niño, mientras a mi me dolían los antebrazos y los dedos de la mano de
apretar los frenos y de soportar el bacheteo.
Tras un rápido y controlado
descenso enseguida nos presentamos en la línea de meta, una duchita y a
disfrutar del pueblo. Nos quedamos allí a comer y a disfrutar de esas famosas
carnes de Ávila.
Es una ruta que aunque yo ya la
haya hecho dos veces, hay que volver a repetirla, pues montar en bici por la
zona de Gredos es una pasada.
Como siempre.
Hasta la próxima.
ALEJANDRO, JOSE, ALFREDO, OSCAR,
CAROL, ELENA Y ANTONIO
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